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“El anhelado 25 de diciembre”

  • Foto del escritor: Tu Historia Cartagena
    Tu Historia Cartagena
  • 23 may 2018
  • 3 Min. de lectura

Por: Yeraldine Torres



Como todo niño de 8 años había hecho mi carta al “niño Dios” semanas antes del día 25 de diciembre de 2006, pidiéndole una bicicleta que fuera de color verde, mi madre colocó la carta debajo del árbol de navidad y le hice una pregunta: ¿mami es seguro que el niño Dios me traerá mi bicicleta y juguetes? Y ella me respondió: “claro Yeraldine el entrega todos los regalos que los niños piden pero con una condición y es que se deben portar bien, hacerle caso a sus padres, no decir malas palabras y ayudar a su mamá con los favores que ella necesite”. Me sentía muy feliz y ansiosa.


Al día siguiente mi papá me dice: “mija vamos a salir un momento para que escojas la bicicleta que tu quieres, porque el niño Dios me pidió el favor que le dijera cual era la que tu querías para poder traértela”, le dije que sí, me aliste y enseguida fuimos a un almacén donde habían muchas bicicletas de todos los tamaños y colores, empezamos a mirar y mi mirada se paralizó en una de color verde manzana, con calcomanías negras, tamaño mediano.


Me llamó demasiado la atención así que le dije a mi papá: “papi esta me gusta mucho, le dices que me lleve una así igual”, el sonrió y me dijo: “claro Yeraldine ahora que lleguemos a la casa lo llamo y le digo cual es la que tu quieres”. Faltaba tan solo una semana para que llegara el día, mientras me dedique a hacer caso y ayudar a mi mamá en todo lo que me dijera, era muy obediente para que ella no le pusiera las quejas al niño Dios y éste cumpliera con mi regalo tan deseado.


La tarde del 23 de diciembre, estaba a tan solo 2 días de tener mi bicicleta y mi madre me pidió que le fuera hacer un mandado a la tienda, pero yo estaba viendo mi programa preferido “Lazy Town” en el canal “Discovery Kids” y le dije que no iba que mandara a mi hermana, ella me volvió a decir, pero yo no quise porque estaba concentrada. Ella fue e hizo el mandado y cuando regresó me dijo que por desobediente había llamado al niño Dios para que ya no me trajera ninguna bicicleta, yo me asusté porque me lo dijo con un tono fuerte y una cara muy furiosa; me puse triste, fui a mi cuarto y empecé a llorar.


Al día siguiente, como de costumbre los 24 de diciembre, al llegar la tarde me vestí con ropa nueva; un vestido color rojo y unos zapatos café claro y a las 7:00pm la familia ya estaba reunida en la mesa para comer la cena navideña preparada por mi mamá y mi papá.


Al terminar de comer todos se quedaron en la terraza escuchando música no tan alta y dialogando; en un momento me acerqué a mi cuñada (la novia de mi hermano) y le pregunté: ¿Ketty es verdad que el niño Dios ya no me traerá mi bicicleta? Y ella me respondió: “No Yera, como te portaste mal tu mamá le dijo que no te trajera nada, quizás te traiga una muñeca fea por portarte mal”, llorando le pedí disculpas a mi mamá y le decía que por favor llamara al niño Dios y le dijera que me la trajera, ¡llámalo rápido que ya es tarde y después si no le avisas no vendrá! Exclamé en tono alto, con lagrimas en mi rostro y mucha tristeza. Al verme así mi madre lo único que me dijo fue ve a dormir, quizás te traiga al menos una muñeca y ya sabes que la próxima debes portarte mejor.


Corrí a mi cuarto, me coloque la pijama y me acosté, eran las 10:30pm y no hacía algo diferente que pensar en mi regalo. Pasé despertando toda la madrugada y estaba nerviosa, empezaba a sudar ya que miraba a mi alrededor y no veía la bicicleta, no sabía que hora era pero si estaba segura que ya había llegado el anhelado día, era 25 de diciembre. De repente quedé dormida, un sueño tan profundo que volví a despertar a las 10:30am, algo extraño porque siempre despertaba a las 8:00am, pero era evidente me había desvelado esperando que el niño Dios llegara a colocarme la bicicleta.


Abrí los ojos y de inmediato me di cuenta que al lado de mi cama se encontraba, el niño Dios no me había fallado, salí corriendo a buscar a mi mamá para contarle que si me habían traído el regalo anhelado, esa mañana fui feliz, me bañe y me vestí rápidamente y salí afuera a manejar mi bicicleta y jugar con mis amigos y los juguetes que el niño Dios le había puesto a ellos.

 
 
 

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